Publicado por Cronista Montañés lunes, 10 de noviembre de 2014


Los llamados días del trencadís sucedieron
entre el otoño de 2013 y el verano del año siguiente. Acontecieron tan sólo unos meses después de que que las profecías de San Malaquías anticiparan la proclamación de un papa negro y el calendario de los antiguos mayas señalara el fin de la raza humana. Este periodo, aunque duró aproximadamente lo mismo que una gestación, no alumbró nada concreto ni siquiera clasificable. No obstante, y a pesar de la dificultad para definir lo inefable, diré que la Historia en este tiempo nuevemesino preñó las horas de acontecimientos extraordinarios, hechos inopinados y, tras resistirse como una hembra primeriza, rompió aguas junto a otros elementos.
La ruptura, lejos de ser planetaria, focalizó su carácter apocalíptico en la península ibérica, una región del globo que evidenció las endebles costuras de los continentes. Comenzó afectando a las placas tectónicas sumergidas bajo las costas levantinas con el consiguiente reflejo en la caprichosa escala Richter y en el pertinaz separatismo catalán. El terremoto posteriormente alcanzó a las altas magistraturas del Reino de España, desde la corona de los Borbones al sofisticado sistema de equilibrios bipartitos. También sacudió con fuerza a numerosos monumentos erigidos en la época de los pelotazos. Romperse –qué remedio– es el sino fatal de las burbujas y el de las baldosas. De estamanera, una mañana, como si se tratara de un maldeojos bíblico, o como si los indios mayas, con retraso, fueran a llevar la razón con su famoso almanaque, comenzaron a llover cascotes cerámicos del cielo valenciano.
De inmediato se produjo un gran apagón que dejó a los telespectadores sin sintonía en los aparatos de televisión y a los radioyentes sin señal en sus transistores. La babélica confusión de lenguas, antaño ordenada por Yavé, descendió a niveles de incomprensión oral y escrita entre los hablantes de un mismo idioma. De igual modo, los internautas se comunicaban cada vez con mayor dificultad con sus congéneres analógicos, una convivencia dificultosa que recordaba bastante a la que sostuvieron nuestros primeros padres, los evolucionados cromañones, con los inadaptados neandertales.
En otro orden de cosas, los ministros, fieles a la tradición mariana, encomendaron la suerte de sus carteras a las vírgenes más milagreras del país, pues no concebían mejor salida del túnel que comenzar a vislumbrar una lucecita en su extremo más oscuro. Los cantautores siguieron diciendo no, pero eso tampoco representó ninguna novedad en el gremio. Un artista aseguró que una estatua le había hablado tras haberse precipitado al suelo después de arreciar el viento del norte. Un obispo, tal como acostumbraba a predicar en los sermones dominicales, atribuyó esta plétora de calamidades a las concurridas cabalgatas de los hombres nocturnos. Su eminencia clamaba en el desierto, sabía que aquellas palabras ya no eran del agrado de Roma. Y es que el pontífice, aunque resultó evidente con solo mirarlo que no se trataba de ningún negro, era jesuita, que para el caso fue infinitamente peor.
Entonces sucedió un hecho que algunos calificaron de paranormal y otros de simple superchería para el consumo de los crédulos: resucitó un muerto. El señor Pablo Iglesias, el revivido, justo unas horas antes del séptimo día, todavía en la sexta noche, comenzó a hablar por los codos y a proferir sus primeros mandamientos contra la castidad, las mordidas, las dietas, las bufandas y el pepesoe. Tras un bloque de publicidad, este Lázaro se explayó, a modo de parábola, sobre la imposibilidad de que un pobre lograra atravesar las puertas giratorias del paraíso, por donde entraban y salían los ricos tan ricamente.
Estos episodios, sin aparente conexión entre ellos, y otros, perfectamente concatenados, sucedieron en los llamados días del trencadís.


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  1. Por ahi van los tiros. Cuando alguien relata algo con sentido comun parece un marciano.

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  2. sigo pensando que el humor es el láudano de la vida.no la cambia pero la hace mas llevadera.

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  3. Magnífica crónica de estos tiempos convulsos que van pasando. Una lástima que el Pequeño Nicolás no hubiera estado más rápido para aparecer en el artículo. Amigo Xipell, mi enhorabuena por tu artículo, y con tu permiso, lo voy a compartir en mi blog. Saludos desde "Ritencia".

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