Publicado por Cronista Montañés
miércoles, 12 de marzo de 2014
Al parecer la trama Gürtel, a través de la empresa naranjera Orange Market, abonaba a discreción cantidades desorbitadas en una u otra capital del litoral levantino. De esta forma tan peculiar, el beneficiario del abono había de acudir hasta la ciudad turronera o a la villa olímpica, según el tipo de operación. Pondré unos presuntos ejemplos para que se entienda mejor el modus operandi de esta sociedad a nómina.
A.- Un primer individuo desciende del AVE en la estación termino, desde allí se desplaza hasta la Explanada. Una vez alcanzada la rambla alicantina, el tipo enigmático se desplaza y se acomoda en una terraza, reclama la inmediata presencia del camarero y le susurra al oído la contraseña: "El moro Alí y su perro Can se fueron a tomar Té a donde le he dicho a usted". En cuestión de segundos, el enlace, y falso mozo de hostelería, le está sirviendo un cubata de ron Brugal y una magdalena Ortíz, que son las marcas patrocinadoras de los eventos que se suceden en esta provincia. Al punto, deposita encima del velador un sobre blanco en el que visiblemente figura el topónimo "Alicante", signo inequívoco de que ha acertado la adivinanza y, algo más interesante para el caso, que el pago se efectúa en A, por la letra capitular. En efecto, en el interior figura contante y sonante la liquidación convenida, con un recibí pro-forma y la retención del IRPF, de manera que el cobrador sin frac en un visto y no visto, apura su consumición y regresa por donde había venido.
B.- Cosa distinta ocurre si el personaje sobrecogedor es llamado a la Ciudad Condal. Entonces, el beneficiario en cuestión se apea en Sants y, tras sumergirse en el dédalo de las líneas de metro, se presenta a la cita a ciegas embozado en una gabardina, un sombrero de ala ancha, gafas oscuras y un ejemplar de La Vanguardia con dos agujeros recortados en la portada. El encuentro acostumbra a realizarse en un lugar que nunca levanta sospechas, el Palau de la Música Catalana, un auditorio sinónimo de lucro. El agente secreto de la red presuntamente corrupta va vestido de la misma guisa pero, para distinguirse del otro, porta un ABC con sendos orificios por los que asoman las puntas de un bigote daliniano. Cuando ambos se reconocen en el foyer de aquella joya del modernismo, el donante se aproxima hasta el punto donde se halla el tomante y allí le abre su gabardina como lo haría un exhibicionista. No obstante, aquí la exhibición no es de carácter sexual, más bien consiste en mostrarle una camiseta de Mariscal al interesado. En la prenda aparecen estampadas las imágenes de un local de copas, un día claro y unas embarcaciones atracando en el muelle, Se trata de un criptograma escrito en catalán que, convenientemente descifrado, viene a significar: Bar-Cel-Ona. Después, el tipo del mostacho extrae de un bolsillo el sobre negro. En éste se puede leer la misma palabra que aparece impresionada en la samarreta del diseñador del Cobi, lo que, sin duda, indica que la suma transcaccionada es en B. Tras un recuento fugaz de los billetes de quinientos, el interfecto huye escopeteado del edificio de Puig y Cadafalch hasta que le perdemos el rastro.
Llama la atención que los sujetos involucrados en estos episodios hipotéticos parecen extraídos de una novela negra, meridional o nórdica, lo mismo da. Y para añadir una dosis más de misterio a la trama correosa detallaré que de todos ellos únicamente se conocen las iniciales, pero se ignora el nombre y apellidos de quienes se esconden tras ellas. También sabemos que militan en una formación cuyas siglas son P.P., y que, aunque ya se está sobre la pista, se desconoce todavía de qué partido popular se trata. El papel es muy sufrido y en uno de los apuntes contables, confiscados a tan bigotudas sociedades, han aparecido dos letras tomadas al azar: A.F. Reconozco que coinciden con las de un servidor de ustedes pero, bien mirado, también puede tratarse de las de Antoñita la Fantástica, Arturo Fernádez, el galán entrado en años, o el finado Antonio Flores, entre miles.
Ya ven, ante las vías del ferrocarril, unos descubren el misterio de la perspectiva caballera, mientras yo hacía lo propio proyectando una reunión de alcaldes ribereños. En cambio, otros, los más visionarios, oteaban desde la distancia los inconfundibles skylines que dibujan las fortalezas de Santa Bárbara y Monjuïc. No albergo ninguna duda, la novela de cacos y serenos vive grandes días de gloria, ya sea en la Barcelona Negra o en la Costa Blanca, en A o en B, tanto montante, monta tanto.